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CAPACÍTATE EN PREVENCIÓN

Publicado por fisac 30/03/2012 00:34 / 0 Comentarios Ver nota completaEnviar nota a un Amigo

El comportamiento de beber: un fenómeno con muchas facetas y muchas fases.

ESPAÑA

Beber es un comportamiento aprendido, por tanto, la experiencia de beber está sujeta a muchos factores: de cómo sea la experiencia dependerá la formación de comportamientos, estilos y patrones de consumo de alcohol. Se han estudiado muy poco las formas saludables de beber alcohol. En este capítulo se estudian las influencias de las fuerzas sociales, el modo como operan en distintos puntos de la vida de una persona, para conformar un modelo de comportamiento, incluyendo la decisión de beber o no beber. Cómo distintas personas en distintos momentos de sus vidas aprenden a beber. La premisa del libro es que en muchas sociedades muchas personas aprenden a beber, no proponen que se deba beber; pero como sucede, hay que comprender cómo ocurre y enseñar a hacerlo de la manera menos peligrosa. Los patrones de bebida son muy heterogéneos, varían en distintos países, culturas, comunidades y trayectorias vitales de los individuos. Sin embargo, los mecanismos de aprendizaje y los caminos por los que aprendemos este comportamiento son universales.

Las teorías sobre como se produce el aprendizaje son varias: teoría del aprendizaje social (aprendemos sobre el alcohol observando el comportamiento de beber en los demás), teoría normativa (se bebe en gran medida como respuesta a una expectativa social), hipótesis de la ansiedad (el alcohol tiene la función en la sociedad de reducir la ansiedad), hipótesis del poder (se bebe para sentirse importante o poderoso). Pero en todo caso, las diferencias culturales entre unos países y otros, respecto a la bebida, son enormes, también entre distintos grupos de personas. La ideología, la costumbre y los procesos sociales están afectando a la costumbre de beber, y al comportamiento concreto de beber. La cultura puede enfatizar un consumo moderado o excesivo. La bebida tiene significados culturales, como una metáfora sobre las relaciones sociales, también la experiencia psicológica de beber se construye en la cultura, en gran medida. Por ejemplo, suele ser menos abusivo el consumo de alcohol cuando se realiza en contextos sociales integrados, y no en sitios donde sólo se va a beber. Relacionarse es la principal razón que la gente da para beber, cuando se le pregunta; es un acto social, de acuerdo con normas compartidas. Cuando se estudia la bebida en una cultura, se tienen que analizar las funciones que tiene beber – y dónde se establece el límite más allá del cual se considera peligroso-, la diversidad de patrones de beber que hay entre grupos o personas – por factores socioeconómicos, culturales, de comportamiento y biología, de etnia o raza-, también se tiene que tomar una perspectiva epidemiológica.

Hay diferencias culturales importantes en los patrones de bebida entre distintas culturas, los autores ponen como ejemplo las costumbres de beber en el Norte y Sur de Europa, en Japón, entre pueblos indígenas de australia, en suramérica y en áfrica subsahariana. Otra diferenciación es por el género: las mujeres en Europa no solían beber, no estaba aceptado, pero al cambiar los roles sociales hay más mujeres jóvenes que beben.

Además del aprendizaje social (modelos, costumbres) hay que estudiar las creencias, expectativas y comportamientos que aprendemos respecto de la bebida: cómo se adquieren las creencias esta sustancia, a qué edad se adquieren, cómo cambian con la edad y con la experiencia de beber. Se cree comunmente que el alcohol produce relajación, mejor ánimo, valentía, desinhibición, pero se ha demostrado que tiene también efectos sobre la cognición y el sistema motor. Hay expectativas sociales que los jóvenes adquieren, sobre lo que experimentarán al beber alcohol y sobre cómo serán vistos: si se confirma una experiencia esperada, al beber alcohol – parecer adulto, desinhibirse, tener menos tensión sexual, más erotismo, más interacción social, más asertividad, menos negativismo-, empieza a establecerse un patrón de comportamiento, que los amigos del bebedor van también a reforzar. Si la expectativa de tener esta experiencia se asocian a beber mucho, y no a beber un poco, aparece el consumo de riesgo y peligroso del alcohol. Otra experiencia asociada a beber es la dificultad para hablar bien o pensar, menor coordinación física, mayor agresión, resacas y sentirse enfermo al día siguiente.

Para los jóvenes beber es parte de su socialización, y se percibe en muchas culturas como una muestra de ser hombres, por ejemplo cuando los padres se sienten orgullosos de que sus hijos les acompañen a un pub. Beber se percibe por los jóvenes como una experiencia básicamente positiva, excepto por los problemas fisiológicos que ocasiona. Las mujeres jóvenes informan de más experiencias negativas, emocionales o sociales, y los hombres es más probable que informen de comportamientos delictivos como consecuencia de la bebida. Los adolescentes adoptan el comportamiento que observan en sus iguales y en sus padres, por lo que un modelo inadecuado en la familia o el entorno tiene una influencia negativa fuerte. A medida que crecen la influencia de otros adolescentes va en aumento: es la percepción de las normas de los iguales – la percepción, no la norma-, lo que predice más fuertemente el uso de alcohol. En una cultura, quienes más beben son los jóvenes, sin embargo, la mayoría de los jóvenes informan de que beben de forma moderada y pocos se preocupan por que beben en exceso (según lo que ellos relatan). En algunos países desarrollados los jóvenes beben para emborracharse, y la experiencia de la primera borrachera es significativa, muy simbólica, memorable. Es un fenómeno creciente, cómo los jóvenes se están intoxicando con la bebida. El comportamiento de beber suele conformar con las normas sociales, incluso servir de justificación del mal comportamiento. Entre los adolescentes de más edad y los jóvenes se tolera mucho una “sesión de beber en exceso”, llegando hasta los extremos del abuso del alcohol. Por ejemplo, en un estudio el 70% de los estudiantes de Universidad en Australia se emborrachaban al menos una vez a la semana. Entre la adolescencia media y tardía, experimentar con el alcohol es muy común. Para muchos jóvenes es normal beber en exceso. “La adolescencia es, por lo tanto, normalmente un tiempo en el que los jóvenes tienen un riesgo elevado de daños asociados con intentos de explorar y ampliar los límites en muchas áreas de sus vidas, no siendo la menos importante la exploración de la bebida” (p. 21).

En la mayoría de los países occidentales beber se considera apropiado por la sociedad, mientras que no se beba en exceszo o no se transgredan normas social importantes, o no lleve a comportamientos peligrosos. Cuando la norma en un sitio es que los jóvenes beben para emborracharse, aprender a controlarse y a limitar el consumo puede ser difícil. Una excusa que suelen poner para no beber es que tienen que conducir, las chicas suelen decir más claramente que no quieren beber más, cuando es el caso. Para los jóvenes beber es más peligroso, porque no tienen experiencia sobre cómo manejarse cuando se emborrachan: están clarificando sus valores, descubriendo sus normas de comportamiento y aprendiendo autocontrol.

Los profesores, según los estudios, apenas tienen influencia sobre el consumo de alcohol, la información es mediada por los grupos de iguales, y las decisiones se toman por la aprobación de los amigos. Los programas escolares de prevención han demostrado ser ineficaces, pese a lo cual se siguen aplicando y se sigue creyendo que tienen utilidad. Es al llegar a la edad adulta, alrededor de los 25 años según los autores, cuando cambian los valores, aumentan las responsabilidades y el alcohol deja de tener el significado de exploración y socialización, porque hay cambios en el estilo de vida. Pero al principio de la veintena, en esos cinco años, tiene lugar el mayor consumo de alcohol (el abuso). Cuestiones que entran en juego en la percepción de este comportamiento entre adultos jóvenes son: la relación del alcohol con la diversión o el tiempo libre – que no siempre se establece, puesto que algunas actividades como el deporte no van acompañadas de beber alcohol-, la motivación o la mejora de la experiencia sexual – aunque parecen darse más efectos de expectativa, que no efectos reales-, la salud mental o el bienestar que puede producir un consumo moderado de alcohol – mejora del estado de ánimo, ajuste social, funcionamiento cognitivo-, y el consumo de alcohol para afrontar situaciones vitales adversas o difíciles – que pueden transformar un patrón de consumo moderado en un patrón de abuso-.

FUENTE:      Movilización Educativa

http://www.movilizacioneducativa.net/capitulo-libro.asp?idLibro=242&idCapitulo=1

 


Publicado por Fisac 9:06 AM / 0 Comentarios Ver nota completaEnviar nota a un Amigo
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