La permisividad, ¿hasta donde?

ESPAÑA La permisividad es un problema de la educación actual que causa conflictos no sólo a padres y educadores, sino que además debilita la voluntad del niño y le convierte en un ser más vulnerable. La solución del problema está, otra vez, en la prevención: en forjar la voluntad del niño desde muy pequeño. Una de las grandes dudas que nos envuelven a todos hoy en día en el campo de la educación es ¿hasta dónde debo ser firme con mis hijos, y cuándo debo ceder?. Hallar el equilibrio siempre es difícil. Prueba de ello es la existencia, desde hace algunos años, de una gran polémica en el mundo de la educación sobre la permisividad y la rigidez. Los valores educativos actuales han llegado a mitificar la permisividad; algunos educadores han renunciado al compromiso de llevar a cabo su papel director. Algunas causas de ello pueden ser la comodidad, la sobreprotección o sencillamente dejarse llevar por el criterio de que esto es "lo que se lleva". Es este un tema que preocupa. ¿Acaso hay padres y profesionales de la educación que no estén buscando una solución a esta situación?. Pensamos que las respuestas se hacen cada vez más urgentes. Se está llegando a extremos alarmantes; estamos preocupados por el nivel de competitividad que impera en nuestros días, pero caemos en la tentación de solucionar a los niños sus dificultades, hacer sus deberes, defender su postura ciegamente frente a la de su profesor, evitarle frustraciones y conflictos pensando que la vida ya se los crearé más adelante y que no vale la pena que los sufran desde ahora. Olvidamos que de esta forma les estamos dejando sin la valiosa oportunidad de practicar una habilidad que les dará las herramientas para defenderse; les dejamos sin modelos a los cuales recurrir cuando se les presente una situación conflictiva... les empujamos a la frustración y a la vulnerabilidad. Otra trampa peligrosa que provoca permisividad, es la necesidad de tranquilidad en el hogar, en las relaciones paterno-filiales; queremos evitar conflictos, e incluso renunciamos a imponernos para evitar tensiones, cuando en realidad estamos alimentando una tensión mayor a corto plazo. Tengamos presente que lo que está en juego es el futuro del niño. Estamos forjando una personalidad y la estamos nutriendo con los elementos que le permitirán enfrentarse a las dificultades y éxitos de una forma equilibrada.. La pregunta clave es: -¿desde dónde debe hacerse este papel director?. La respuesta es: -desde el hogar, desde los principales maestros: los padres. ¿ Y cómo debe hacerse? : - persiguiendo un objetivo principal: la educación de la voluntad. Para empezar debemos revisar nuestros niveles de: permisividad sobreprotección rigidez equilibrio La fórmula mágica está en la armonía entre la confianza y la disciplina, que favorecerá la adquisición de hábitos y en consecuencia la educación de la voluntad. Ciertamente, la confianza lleva a la libertad y cuenta además con el convencimiento de que el otro es capaz de responder. Pero para llegar a esta confianza es necesario que haya un control externo: la disciplina. Aunque parezca contradictorio con la confianza, debe haber unas normas de regulación de la conducta que permitan la formación de criterios. Estos criterios que rigen el comportamiento y que permiten la socialización, parten del seno familiar. Los niños interiorizan los valores y normas a través del modelo continuo de sus padres, y así pueden aplicarlos también en otros ámbitos de la sociedad. Es necesario empezar cuando el niño es muy pequeño, y no sabe exigirse lo que tiene que hacer, o negarse lo que no debe hacer. Hay que enseñarle a hacerlo. En muchas ocasiones es más fácil decir sí, comprar un juguete o golosina. Pero con ello la voluntad del niño se ve debilitada; él necesita que cariñosamente se le dé un criterio y que nos mantengamos firmes. Sólo a través de ver y volver a ver la situación, el niño podrá interiorizarlo. Cualquier norma de disciplina, si deseamos que sea eficaz, debe ser duradera, y los padres han de mantener sus posturas. No nos cansamos de repetirlo: hay que decir no. Pero estableciendo de antemano las normas y criterios y no variarlos sin más ni más. Es la fórmula más amable, la más razonable. Recordemos: la lucha "contra" la permisividad es algo lógico, pero pertenece tanto a los deberes de los padres como a los derechos de los hijos. FUENTE:
| nya3.com/Educación y Prevención En Carrera desde Casa, sitio español http://www.encarreradesdecasa.com/art/permi_sividad.htm |
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